Opinion

Opinión | Marruecos se rearma: ¿una señal para España… y un mensaje sobre Ceuta y Melilla?

La reciente aprobación, por parte de Washington, de la venta de hasta 600 misiles Stinger FIM-92K a Marruecos, por un prcio estimado de 825 millones de dólares, no ha pasado desapercibida. No debería. Esta operación, que además incluye soporte técnico, formación e integración con sistemas aliados, representa mucho más que un simple negocio armamentístico: es una declaración de intenciones geoestratégica.

Moderno Marruecos acaba de actualizar su defensa aérea con la última tecnología. De esta forma, el país norteafricano afianza su posición de aliado distante pero estratégico de los Estados Unidos al margen de la OTAN. En un contexto en el que el norte de África se vuelve a erigir como un tablero de ajedrez complicado —con tensiones latentes en el Sahel, situación de Libia y el conflicto eterno del Sahara Occidental, el Reino alauita da un paso firme hacia una mayor proyección regional.

Lo que llama la atención desde la orilla europea del Mediterráneo es el silencio o la falta de reacción de España. Mientras Marruecos sigue invirtiendo en capacidades militares avanzadas —drones turcos, tanques estadounidenses, satélites espía, y ahora misiles Stinger—, Madrid parece estar más centrado en apagar fuegos internos que en reforzar una política exterior y de defensa coherente en relación a su vecino del sur.

¿Debe España preocuparse? No necesariamente. Pero sí debe preguntarse qué lectura hace Marruecos del equilibrio de poder en la región. El mensaje es claro: Rabat se posiciona como el socio preferente de las grandes potencias, construyendo una defensa autónoma, interoperable y preparada para escenarios más allá de sus fronteras.

La cooperación militar entre EE.UU. y Marruecos no es novedosa, pero la envergadura de esta operación, en un momento geopolítico delicado, apunta que no hay razón para pensar a corto plazo. No es casualidad. Marruecos lleva años trabajando su diplomacia de defensa, diversificando aliados, anticipando situaciones de crisis. Por otra parte, España no tiene una política clara hacia el Magreb, balanceándose entre las oscilantes relaciones diplomáticas y una energética mal gestionada. La compra de misiles por parte de Marruecos no es una alarma, pero es un cambio de estatus que debería empujar a Madrid a una reflexión profunda.

En definitiva, el rearme marroquí no es una noticia aislada, sino parte de un proceso más amplio. España, como vecino, como socio y como potencia europea, debe abandonar la pasividad y recuperar una política exterior ambiciosa y realista hacia el sur. Porque, al final, la seguridad no solo se construye con misiles, sino con visión.

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